domingo, 11 de septiembre de 2011

Vilnius y Tallinn: baloncesto & turismo

Transcurrió nuestro periplo en Vilnius con luces y miedos. Poco ambiente de Eurobasket, o quizá menos que el deseado, excepto aquello referente a los anfitriones. Accedimos el primer día comprando una entrada a un georgiano por dieciséis litas para un Eslovenia - Grecia; con el mismo regusto que están dejando: fríos, pero con una decisión tomada, ver el partido de Ispanija contra Serbija (o lo que algunos medios llamaban revancha) Obviamente, y como todos saben, mereció la pena. Fila dos, centro de pista, ruido de parqué y balones, leer los labios a Navarro, llamadas desde casa; salimos en la tele. Victoria contundente y coral. De postre un Turquía - Alemania con un pabellón cada vez más lleno de lituanos. A la salida, reventa, o mejor dicho, un local dispuesto a comprar cualquier papel con el emblema oficial del campeonato. Hecho: optimización de recursos.

Vilnius. ¿Qué decir de Vilnius? Del turismo gastronómico caminante que realizamos podemos destacar los zepelín de patata rellenos de carne, la enorme Plaza de la Catedral y la anciana del pasaporte CCCP. Aparte queda el yonki trilingüe, "qué día celebra su País la Independencia", el sistema bonobús o miccionar de propio miedo en la estación.

Y sin embargo, Tallinn, otra maravilla del Báltico: una foto nos espera en cada esquina. Medieval, nórdico, amable. Y como cada plan no está completo sin la improvisación, Don Francisco decide correr una media maratón que coincide con nuestra estancia por estas tierras, sin conocer el recorrido, sin entrenar en varios meses, zapatillas del Maxima por seis euros a estrenar y de dos tallas menos, calzonas de saldo y la camiseta de Castra Servilia para hacer notar nuestra presencia: challenge accepted. El ciento diecisiete de mil doscientos ochenta participantes. Fácil, pero mejor no contamos las posturas de Chiquito (eso queda en la intimidad de la épica)

Hoy llega el tercer personaje en discordia. Qué Ceres nos proteja.

Cuídense.

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